Había una fiesta de disfraces en toda la ciudad, me cruzaba
con personas disfrazadas de animales, monstruos, y de cualquier otra cosa. Iba
a haber como un festival o una ceremonia, donde uno miraba había decoraciones y
personas en constante movimiento. Todos estaban felices. Yo también tenía mi
disfraz, aunque yo no quería disfrazarme.
Yo tenía un auto, era de color gris, dos puertas, muy
bonito. Pasé a buscarla. Yo sabía que ella estaba mal. Yo sabía que ella estaba
triste, porque me había dicho anoche, antes de que yo me acostara a dormir. Y
creo, que por eso ella estaba ahí, conmigo. Nos fuimos al supermercado, me dijo
que le preste dinero y entonces le di lo que tenía. Comprar la distraía, accedí
por eso, porque al menos no lloraría mientras estuviera ahí. Era mi ahorro y
soy tacaña, pero fue una excepción, no me importó. Me pidió que buscara más
dinero de su casa. Me fui a buscar con mi auto, me bajé y cuando volví con el
dinero hacia el auto me di cuenta de que lo había dejado con el motor encendido
y la llave puesta. Me angustié porque pensé que sería una gran pérdida si me lo
robaban.
Entonces para regresar yo ya no sabía en donde estaba, todo
el lugar se me hizo desconocido. Empecé a desesperarme, porque ella me estaba
esperando y ya estaba oscureciendo, el festival empezaría pronto y yo tenía que
asistir. Me perdí, y en lo único que pensaba era en que no quería
decepcionarla, no cuando en un momento tan difícil para ella yo podía hacer la
diferencia y hacerla sentir bien. Además de que ya estaba harta de ser fracaso.
Seguí buscando el camino y seguí perdida. Empecé a pensar en desistir. Pero no
quería escuchar su regaño, no quería oler su decepción. Seguí buscando y de
repente encontré el lugar. Fue un gran alivio. Le di aquello que me pidió y entonces
salí a esperarla afuera. Ya estaba oscuro, el supermercado estaba cerrando. Me
senté en el peldaño. Aparece una joven, me habla. Dos minutos después sale ella
y nos vamos en mi auto.
Al llegar a mi casa, busqué mi disfraz. Encontré entre mis
cosas su cajita de metal, y su barba que me probé. Me reía mientras me miraba
en el espejo, y me preguntaba cómo se vería él sin su barba. Me disfracé, no sé
de qué. Tenía flores, muchas.
Seguí a una multitud y de repente estábamos en la oscuridad,
en un sendero fino y largo. Voy a morir aquí; pensé. Me agarre de la túnica de
la persona que iba en frente para no perderme. Estaba oscuro, tan oscuro que no
se veía nada. Negro. No te sueltes, no te sueltes, no te sueltes o aquí te
mueres; pensaba mientras caminaba rápido agarrando el pedazo de tela. Al fin
una luz, ya estábamos en el lugar del festival. Y me acordé de ella, necesitaba
saber de ella, si no estaba pensando en suicidarse. Había mucha gente, mucha
distracción.
Estaba ahí al fin con
ella, íbamos a dormir juntas, era lo que yo más ansiaba, pero a pesar de
tenerla a mi lado sabía que se iría pronto, tal vez en una semana, mañana o en
ese preciso momento, me sentía insegura y triste al mismo tiempo. Yo no quería
que ella se vaya, al menos no con él. La miré, y ahí estaba ella, ordenando su
vida tan miserable como siempre, sentía su angustia y como se ahogaba en la
mierda que la rodeaba por dentro. Sólo quería abrazarla pero mi frialdad no me
lo permitió, pero le dije que la quería. Podía sentir que compartíamos una gran
tristeza juntas, y eso nos unía.