miércoles, 1 de agosto de 2012

Espasmos en una tina


Despertó. Una confusión enorme había inundado su mente. Estaba en una tina, todo era de color blanco, las paredes, el techo, la misma tina. Estaba desnuda. El agua cristalina se empezó a mezclar con sangre, su sangre. Ella sufría, se podía notar en su rostro, se podía sentir su pulso acelerado. Quería salir de ese lugar pero no podía, estaba presa en ese sitio, apenas respiraba, sollozaba, las lágrimas empezaban a brotar de esos tristes ojos verdes. Gemía del dolor, no se movía, no podía moverse. El agua y la sangre juntas, quietas, ahogaban su vientre, sus senos, y casi sus hombros. Miraba a su alrededor y escuchaba gemidos de otras mujeres, entonces ella sufría mas, casi ya no soportaba aquel espectáculo. Ella tenía miedo, no entendía lo que ocurría, estaba preocupada de aquel hijo que dormía en su vientre, sentía espasmos y ganas de gritar, de pedir auxilio. Y gritó, pero fue en vano. Una habitación, un pequeño lugar, solo cuatro paredes blancas, un techo y un piso blanco, una tina blanca, una mujer, agua y sangre, gemidos de ella y de otras desconocidas era todo lo que existía. Lloraba, las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro, recorriendo su cuello, llegando al agua sangrienta haciéndola temblar, su respiración se había puesto violenta y entonces todo empezó a bailar, el agua y la sangre danzaban juntas la cantata del diablo. No podía creer lo que había visto desde entonces, un feto flotaba en la tina sangrienta. Escuchó una voz gutural que le dijo: mujer, acabas de perder al hijo de Lucifer. Se quedó pasmada, su pulso se detuvo, sus ojos se secaron, sus gemidos silenciaron, todo se oscureció. Despertó.

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