miércoles, 7 de agosto de 2013

El viaje

Sube al bus y sorprendida porque estaba vacío se sienta. Solía venir lleno y le esperaban dos horas de viaje parada después varias horas de trabajo. Ya tranquila abre la ventanilla y se recuesta por ella. Piensa. Mira sus brazos, llenos de cicatrices y hematomas, de cuanto se odiaba a sí misma para dañarse hasta por fuera; por dentro estaba muy dañada ya. Antes, la describían como la tranquila, la chica llena de paz, ahora sin embargo, es la chica agresiva, la que odia todo de sí misma y de todo el mundo. El bus va un poco despacio y eso la irrita. Sigue pensando. Tiene miedo, miedo de ser una mala madre. Tiene poca paciencia o simplemente no puede decir <>, dos razones que para ella son suficientes para ser una mala madre, persona o lo que fuera. Pero aun así, su deseo de ser madre no muere, ni un poquito. También tiene miedo de ser él, de fracasar junto a él y entonces su sueño de sentarse a tocar el piano para él mientras éste cocina para los tres desaparece por un instante, y le frustra.
Le distrae un pasajero que sube, un señor con una piel oscura y los ojos deformes. Disfruta la brisa por su cara, respira fuerte. Inhala y exhala. Recuerda así a unos de sus psiquiatras que le aconsejó que haga eso de inhalar y exhalar profundamente para mejor obtención de oxigeno en el cerebro y así poder pensar con mejor claridad. Y se acordó de los muchos consejos que sus varios psiquiatras le daban para que no se haga daño. Por supuesto, ningún consejo tomó en cuenta.
Se dio cuenta que los músculos estaban tensos y trató de acomodarse. Mientras, se preguntaba por el regalo que podría hacerle a su mamá, que tenía que ahorrar y que no podía fallarle. Pero pensó que siempre sería una decepción, nunca pudo ser ni si quiera una buena estudiante cuando solamente tenía que ser una estudiante. Decepción tras decepción, eso es lo que era y sigue siendo.
Se propuso entonces que se esforzaría en no ser mas una decepción, ya cerca de su casa y con una mente ya cansada de pensar, observó a las personas que seguían en el bus. Una señora leyendo el diario y a lado su hijo que se recuesta por su hombro derecho. Un hombre hablando con el chofer, una adolescente con zapatillas raras, personas atrás de ella murmurando y de repente un rasguño en su cuello, fue lo último que sintió.

Un demente terminó cortándole el cuello, y la sangre color rojo igual a sus delicados cabellos se derramaba y recorría el piso mientras el espanto atrapaba a todos.

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